viernes, 1 de diciembre de 2006

PALABRAS DE MENOSCAL REYNOSO

Palabras de Menoscal Reynoso en la Tertulia sobre la novela La barca del silencio, celebrada en el Taller Literario de la Biblioteca República Dominicana, el 29 de agosto de 2006.

Saludos.
Señoras y señores, buenas noches.

Quise traer estos apuntes y dejarlos en sus manos, consciente de que se trata de un taller literario en el que, de seguro, se reúnen jóvenes talentos amantes de la literatura, así como amigos y amigas que asisten a esta actividad por su amistad conmigo o con los organizadores.

Algunos de los que han leído La barca del silencio la han descrito como una obra testimonial, es más, el propio escritor Rafael Peralta Romero en su comentario de contraportada, dice que “yo me he propuesto ocultar arquetipos y disimular identidades, pero que los hechos suelen ser tozudos”.

Esa es una verdad a media, porque el autor, que en este caso es quien tiene el placer de dirigirles la palabra, es sólo una pieza de esta historia, ya que como hemos expresado en algunas oportunidades, aquí se recogen acontecimientos vividos por un puñado de adolescentes y jóvenes que, como bien plantea Manuel Salazar en su comentario, asumimos el compromiso de la resistencia que esas circunstancias impusieron.

En esa dirección me interesa subrayar que, aunque la novela se desarrolla en un escenario político muy convulso, matizado por la rebeldía e impotencia de toda una generación ante el estado de represión de un régimen dictatorial, ésta es una historia de amor, de un amor real, de unas relaciones de parejas transparentes y tiernas, en las que no importó la crisis emocional que llevó al desquiciamiento mental de Tomás Javier, agobiado, como dice Eric Simó, por trágicos recuerdos. Por ese amor platónico es que Carmilia se desprende de su familia para reencontrarse fuera de su tierra natal con su amado.

En varias oportunidades he dicho que los primeros garabatos para esta obra los inicié en el 1994 y que hace aproximadamente dos años varié el rumbo de la historia, porque su desarrollo me estaba resultando muy cursis, muy rosa, lo cual no iba conmigo, ya que siempre he dicho que todo aquel que escribe debe hacerlo desde el ángulo en que piensa, y su vida y experiencias jamás podrán estar al margen de ninguna de sus obras.

Conservo esos primeros trazos de La barca del silencio, titulados “Entre amores y amarguras”, luego “Entre amores y aventuras”, y fíjense el giro que dio en el tiempo, finalmente me quedé con La barca del silencio, que, dicho sea de paso, fue el producto de un sueño, porque como dice Isabel Allende: “Existe una misteriosa pero fecunda relación entre el tiempo circular, la realidad externa, manejable, pragmática y empírica, y otro tipo de realidad más interior, donde los espíritus se comunican con nosotros, y por ello, dice la chilena, hay que darle importancia a los sueños, a las premoniciones, al instinto.

Pensando en lo cursi que me resultaba el título y la médula de la historia, me desperté a media noche y tomé de mi gavetero una felpa gruesa y entre garabatos escribí el actual título en una libreta y ahí mismo también unos cinco o seis ideas, que sin permitirme amanecer fui al computador y empecé a ordenar otro tramo de la historia.

Al transcurrir los días y apasionado por el curso que tomaba el relato, las cosas se me complicaron al tener en mis manos dos historias totalmente diferentes, pero que de ninguna manera podía soslayar, lo que me llevó a introducir una dentro de la otra y ensamblarlas de manera que al lector pudiera llegarle una sola.

Y con el perdón de los críticos literarios, esta historia es nuestra historia, escrita a nuestra manera, relatada sin obviar los tratados de los maestros del género, que según el profesor y escritor Rafael Peralta Romero “La barca del silencio es una novela y lo es plenamente, conforme a los modelos de creación de los maestros del género que nos han precedido y, de igual modo, ajustado a los conceptos y preceptos de los intelectuales que han aportado teorías para definir este género mayor de la literatura”.
Por esa y otras razones el libro lo inicio con esta frase del fenecido escritor español Antonio Buero Vallejo: “Escribo para plantear problemas, para buscar verdades, para abrir ojos, para ayudar, para criticar; para otras tantas cosas”.
Quiero también resaltar la recomendación de Buero Vallejo en respuesta a una pregunta de los periodistas en una de sus últimas entrevistas, específicamente a los jóvenes que empiezan a escribir, quien le dijo: “Que lean mucho de todo. Sólo leyendo mucho un joven autor puede reconocer sus propias tentativas, las posibles, las aceptables”.

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