Señores:
Avelino Stanley, Subsecretario de Estado de Cultura de RD;
Franklin Gutiérrez, Comisionado de Cultura en los EEUU;
Colegas periodistas y escritores;
Distinguidos amigos y amigas;
Familiares que me acompañan;
Señoras y señores.
Buenas tardes.
En la página 97 de la obra que hoy tenemos el honor de presentarles, aparece uno de los diálogos más interesantes entre Carmilia y Tomás Javier, dos de los personajes principales de esta historia. Cito (Acudir al libro):
Guiado por esos mismos criterios, en el transcurso de una tertulia con un grupo de amigos de Santo Domingo, en donde se abordaba el tema de la felicidad, expresé que la felicidad, junto a la libertad y la vida, forman una especie de trípode en los seres humanos de parecida dimensión. Se encuentran unidas a un mismo hilo: la incertidumbre. Las tres se esfuman con un simple soplo, como la llama de una vela. En ese encuentro consideré que la felicidad es como eslabones, como aros que concatenan una cadena, y que mientras más aros se logran, más tiempo dura ese estado de felicidad. Les aseguro que hoy he alcanzado una significativa argolla. Esta tarde me siento feliz al compartir con ustedes este momento inolvidable.
Además, por recibir la noticia de que La barca del silencio hasta ahora ha navegado de forma satisfactoria, que ya rebasó la etapa de la zozobra, que en consecuencia está logrando muy buena aceptación, y que de muestra está el que dentro de dos o tres semanas se presentará la segunda edición en Madrid, España, a cargo de varias instituciones de esa nación europea.
Mi primera obra debió ser “Entre rebeldía y ternura”, un libro de poemas que debió aparecer hace unos doce años, corregido y diseñado por el amigo escritor Avelino Stanley, actual Subsecretario de Estado de Cultura, quien me honra acompañándome en este acto. Circunstancias distintas impidieron la aparición de esta obra. También antes que La barca del silencio debió ver la luz “Paradigmas irrompibles”, una selección de más de cien artículos publicados en los principales diarios y revistas dominicanos en los años 80 y 90 sobre el acontecer dominicano, que tiene ya cuatros años corregido.
Algunos de los que han leído La barca del silencio la han descrito como una obra testimonial, es más, el propio escritor Rafael Peralta Romero en su comentario de contraportada, dice que “Menoscal Reynoso se ha propuesto ocultar arquetipos y disimular identidades, pero que los hechos suelen ser tozudos”.
Esa es una verdad a media, porque el autor, que en este caso es quien tiene el placer de dirigirles la palabra, es sólo una pieza de esta historia, ya que en ella se recogen acontecimientos vividos por un puñado de adolescentes y jóvenes que, como bien plantea el gran amigo Manuel Salazar en su comentario, asumimos el compromiso de la resistencia que esas circunstancias impusieron.
En esa dirección quiero destacar, que aunque la novela se desarrolla en un escenario político muy convulso, matizado por la rebeldía e impotencia de toda una generación ante el estado de represión de un régimen dictatorial, ésta es una historia de amor, de un amor real, de unas relaciones de parejas transparentes y tiernas, en las que no importó la crisis emocional que llevó al desquiciamiento mental de Tomás Javier, agobiado, como dice Eric Simó, por trágicos recuerdos. Por ese amor platónico es que Carmilia se desprende de su familia para reencontrarse fuera de su tierra natal con su amado.
Aunque no tengo la intención de comentar la novela, porque eso ya lo hizo magistralmente el amigo Luis Gil, quiero puntualizar dos cosas:
En primer lugar, como ya expresamos, este libro es un fajo de acontecimientos cubierto por la ficción, en el que se recogen momentos que vivieron amigos y amigas que recorrieron varias décadas en procura de variar el rumbo político, no sólo en República Dominicana, sino en otros tantos países del continente, cuyos pueblos fueron condenados a la extrema pobreza, la represión y la persecución política. Y si hoy en la mayoría de nuestras naciones se goza de cierto clima de libertad, se debe precisamente a la bravura y sacrificio de ésa y otras generaciones que les antecedieron.
Por eso quiero señalar, sin la menor intención de lacerar sensibilidades, que esta historia es nuestra historia, escrita a nuestra manera, relatada sin obviar los tratados y recomendaciones de los maestros del género, ya que, según el profesor y escritor Rafael Peralta Romero, “La barca del silencio es una novela, conforme a los modelos de creación de los maestros del género que nos han precedido y, de igual modo, ajustada a los conceptos y preceptos de los intelectuales que han aportado teorías para definir este género mayor de la literatura”.
Por esa y otras razones el libro lo inicio con esta frase del fenecido escritor español Antonio Buero Vallejo: “Escribo para plantear problemas, para buscar verdades, para abrir ojos, para ayudar, para criticar; para otras tantas cosas”.
Quiero también resaltar la recomendación de Buero Vallejo, en respuesta a una pregunta de los periodistas en una de sus últimas entrevistas, específicamente a los jóvenes que empiezan a escribir, a quienes les sugirió: “Que lean mucho de todo. Porque sólo leyendo mucho un joven autor puede reconocer sus propias tentativas, las posibles, las aceptables”.
En segundo lugar, y es quizás lo menos apreciable de la historia, se encuentra el significado de la amistad, ésa que se viene perdiendo en el trajín cotidiano y que cada vez se torna más difícil para mantenerla, porque el afán de vida, la lucha por la sobrevivencia, los intereses, ya sean políticos, económicos o de otra índole, lastiman sensiblemente las relaciones personales hasta de hermanos, de padres con hijos, e imagínense ustedes de dos que no estén unidos por el lazo sanguíneo. Aún así, considero que debemos sobreponer la amistad a las vorágines de esos despiadados intereses.
Teniendo en cuenta el valor de la amistad y los gestos de solidaridad de algunos amigos para que esta actividad logre los efectos esperados, quiero agradecer a varios de ellos, algunos en representación del Centro Hermanas Mirabal, como Luis Tejeda, Luis Gil y otros. Y de manera especial también a mi entrañable amigo Leonardo Mézquita, personaje importante de esta historia; y al siempre batallador Hipólito Núñez (Polo).
Aunque no se encuentre con nosotros esta tarde, quiero manifestar mis profundos agradecimientos al licenciado Manuel Salazar, dirigente político dominicano de una moral de acero, que como dirían los enólogos al referirse a un buen vino: se trata de una reserva especial de nuestro país; quien ha estado involucrado desde el inicio hasta el final de esta obra. De igual manera, al dilecto y siempre amigo Avelino Stanley, trabajador incansable de la cultura.
A todos, por confiar en mí, gracias del alma.
Palabras de Menoscal Reynoso, autor de la novela
La barca del silencio, en la presentación celebrada
En la ciudad de Nueva York el 8 de octubre de 2006.
viernes, 1 de diciembre de 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario